Fecha de publicación: Dec 29, 2016 11:16:43 PM
Per a compilar aquesta secció, em fet servir www.calsky.com, www.heavens-above.com i el programa Stellarium, entre d'altres.
Feu els vostres comentaris o suggeriments a info@cosmosmataro.org.
Presentación: Alejandra Rodríguez
Narración: Diego Rodríguez
Música: Valgeir Sigurðsson, Focal Point, Ekvílibríum, 2007
Y hasta aquí el resumen del mes. ¡Buen inicio de año bajo cielos estrellados!
Pulsando en los enlaces podéis abrir una nueva ventana mostrando un mapa detallado del cielo del mes que incluye además una nueva sección con una lista de objetos destacables y pases de la estación espacial internacional visibles desde Mataró elaborada en catalán por Esteve Cortés, además de un mapa del cielo en este momento generado por un programa de Dirk Matussek.
Si diciembre venía marcado por las gemínidas, una de las lluvias de estrellas más intensas, el año comienza con las igualmente intensas cuadrántidas. Las cuadrántidas son meteoros de velocidad moderada que parecen radiar de la constelación del Boyero o Bootes. Reciben el nombre de la desaparecida constelación de Quadrans Muralis, que ocupaba parte del actual Boyero, y fueron descritos por primera vez en 1825. El cuerpo progenitor de las cuadrántidas fue provisionalmente identificado como el asteroide 2003 EH1, que se cree que a su vez fue originado por el cometa C/1490 Y1, ya observado por astrónomos chinos, japoneses y coreanos hace unos 500 años. Su período de actividad se extiende entre el 1 y el 5 de enero, con un máximo de unas 120 estrellas fugaces visibles por hora en el cenit durante el martes, 3. A diferencia de las gemínidas o las perseidas, el periodo de máxima actividad de concentra en unas pocas horas, y este año la Luna no molestará, ¡así que habrá que estar atento!
Más allá de nuestro sistema solar, ya que hemos hablado de Quandrans Muralis, bueno será dedicarle unas palabras a este asterismo histórico. Actualmente, el Cuadrante Mural ocupa las constelaciones de Hércules, Boyero y Dragón, y lo delimitan las estrellas CL Draconis, 17 Draconis, DQ Draconis y 42 Herculis. La constelación de Quadrans Muralis fue creada por Joseph Lalande en 1795 a partir de las estrellas más brillantes al norte de Bootes. La principal era la variable CL Draconis, de magnitud aparente 4,95. La constelación representa el cuadrante, un antiguo instrumento astronómico que servía, junto con el octante y el sextante, para observar la posición de las estrellas. Aunque en 1922 la Unión Astronómica Internacional (IAU) acordó una lista de 88 constelaciones que no incluía Quadrans Muralis, hoy se la sigue recordando por la lluvia de meteoros que lleva su nombre.
Por lo que respecta a los planetas, Mercurio seguirá invisible tras el sol hasta febrero, pero Saturno hará su primera aparición matutina el domingo, 1 y seguirá visible hasta diciembre. Será sin duda una de las atracciones del cielo de estío. Júpiter sigue dominando las madrugadas, arrastrándose en Virgo y cruzando muy cerca de Spica a finales de mes.
Pero si no queréis trasnochar ni madrugar, en el cielo vespertino Venus sigue acercándose a Marte a través de Acuario y Piscis, alcanzando su máxima separación del sol a mediados de mes. El par Venus-Marte alcanzará su máxima aproximación el jueves, 2 de febrero, aunque no será inferior a 5,4 grados.
En enero, el sol se aproxima a su mínima distancia a la tierra, atemperando los inviernos en el hemisferio norte. Así, el miércoles, 4, víspera de la llegada de los reyes magos de oriente, el sol se sitúa a unos 147,1 millones de kilómetros, cinco millones menos que en julio. Además, ese día marca también el amanecer más tardío del año, acelerando así el alargamiento de los días que se inició en Navidad.El domingo, 8, de la una y media a las tres y media de la madrugada en la Luna será visible la Manecilla dorada, cuando el sol ilumina las montañas Jura mientras Sinus Iridum, a sus pies, permanece en las sombras. La luna llena llega el jueves, 12 y es nueva el sábado, 28. Recordad que estas fechas corresponden a las que se citan en los calendarios, y corresponden a los cálculos de fase para una luna vista desde el centro de la Tierra, aunque como la misma fase llega a Mataró una media hora más tarde, no suele haber diferencia en fechas.
La Adoración de los tres Reyes Magos. Siglo XII, Capadocia.
Y ellos [los magos de Oriente], habiendo oído al rey [Herodes], se fueron; y he aquí la estrella que habían visto en el oriente, iba delante de ellos, hasta que llegando [a Belén], se puso sobre donde estaba el niño.
Evangelio según San Mateo (2:9)
Para cualquiera que insista en la verdad literal de las Escrituras, este versículo zanja la cuestión porque así descrita la Estrella de Belén no puede ser ningún fenómeno natural conocido.
Pero si concedemos al autor de Mateo —que seguramente no fue testigo ocular de la Natividad— una pequeña licencia artística, la «estrella» podría no haber aparecido literalmente de la manera descrita. Podríamos, entonces, considerar algunas posibilidades astronómicas aunque, para empezar, hay cierta incertidumbre sobre el uso de la palabra «estrella» en el manuscrito griego. Algunos sostienen que la palabra podría haber significado un objeto distinto de una estrella física. Algunas representaciones artísticas muestran lo que parece ser un brillante meteoro o una «estrella que cae». Aunque los meteoritos, bólidos o bolas de fuego pueden ser verdaderamente impresionantes, duran sólo unos segundos y pueden ocurrir en cualquier momento. Aquellos sabios astrólogos, mucho mejor conocedores del cielo nocturno que el ciudadano moderno, probablemente no le habrían dado mucha importancia.
Además, no sabemos con certeza cuándo nació Jesús. Sólo sabemos que su nacimiento no pudo ocurrir más tarde de la muerte de Herodes, en el año 4 a.C., y desde luego no un 25 de diciembre, porque la única pista que tenemos es la referencia a los pastores que por aquellos días «velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su rebaño» (Lucas 2:8), algo que sólo sucedería en primavera, cuando nacen los corderos. Por lo tanto, el nacimiento debió ocurrir probablemente en una primavera entre los años 7 y 4 a.C.
Tampoco tenemos muchos registros astronómicos de aquella época, con la excepción de los chinos y coreanos que registraron lo que podrían haber sido cometas en el año 5 y también posiblemente en el año 4 a.C. Pero es difícil imaginar en aquella época que un cometa, normalmente considerado un mal presagio en todas las culturas orientales, pudiera servir de guía a un grupo de hombres sabios.
Otra posibilidad es que la Estrella de Oriente fuera una nova o supernova, una estrella que nadie hubiera visto antes y que de repente se iluminara. De hecho, una de esas estrellas fue vista por los chinos en la primavera del año 5 a.C. durante más de dos meses, pero ya no quedan rastros y por su posición en la constelación de Capricornio no podría haber conducido a los sabios tal como describe la Biblia.
Para otros, la estrella no sería realmente una estrella sino una conjunción de planetas y estrellas. Después de todo, los planetas eran considerados «estrellas errantes». Johannes Kepler ya propuso como explicación la serie de tres conjunciones de Júpiter y Saturno del año 7 a.C. que, sin embargo, no parece que resultara de especial interés para los astrólogos de la época. Las siete conjunciones acaecidas entre los años 2 y 3 a.C. sí tuvieron que serlo.
Especialmente, la del 17 de junio del año 2 a.C. entre Júpiter y Venus cerca de Regulus, en Leo, aunque sólo fuera visible brevemente hacia el oeste tras la puesta de sol. Además, si seguimos Júpiter durante los meses siguientes observaremos que detiene su movimiento retrógrado precisamente el 25 de diciembre, la fecha más tarde escogida para celebrar la navidad, y en plena celebración ese año del Hanukkah (1), la fiesta que celebra la recuperación de la independencia judía en el siglo II a.C. Durante esa madrugada, Júpiter apareció sobre Virgo desplazándose hacia el suroeste. El simbolismo que representa a Júpiter como el rey judío, Venus como la concepción y Virgo como la Virgen María es innegable. Es sugerente imaginar que el viaje que los magos iniciaron en junio en oriente, terminara precisamente esa madrugada al término de un breve trayecto de un par de horas siguiendo Júpiter, para encontrar a un niño Jesús con dos años de vida, que ya habría sido presentado en el templo de Jerusalén (Lucas 2:22).
Pero hay otras explicaciones. Para Michael R. Molnar y otros estudiosos, Herodes no parece sorprendido por la aparición de fenómeno celeste alguno sino por la llegada de los tres sabios de oriente. Así que la señal tuvo que ser algo sutil, algo cuya detección quedara fuera del alcance de los sacerdotes y escribas de Herodes, pero que sin embargo pudo ser calculado por tres magos provenientes de los confines del oriente conocido. Por ejemplo, el 17 de abril del año 6 a.C. se produjo una ocultación de Júpiter por la Luna en Aries, el carnero, pero fue casi invisible porque se produjo cerca del Sol. Si Júpiter es el rey, su emersión de la Luna en el símbolo zodiacal correspondiente a Judea significaría el nacimiento del mesías, y poco importa que el fenómeno no fuera visible: los magos no necesitarían saber el dónde, sólo el cuándo. Al fin y al cabo, el lugar ya había sido predicho (Mateo 2:5-6).
Sea como fuere, estrella fugaz, cometa, nova, ocultación o conjunción planetaria, para muchos la estrella de Oriente representará no sólo el nacimiento del mesías, sino, nuevamente en palabras de Lucas:
Gloria en las alturas a Dios, y en la tierra paz, y en el hombre buena voluntad.
Evangelio según San Lucas (2:14)
Notas
Las fechas han sido referidas al calendario gregoriano.
Se ha utilizado la versión de las Sagradas Escrituras 1569 para las citas bíblicas.
Las simulaciones astronómicas han sido realizadas con los programas Stellarium y Cartes du Ciel.
(1) A Sign Over Bethlehem: An Explanation of the Magi and the Messiah's Star, Dwight R. Hutchison, Editions Signes Célestes.
La Estrella de Oriente —también llamada de Belén o de la Navidad— es un símbolo fundamental en la liturgia cristiana de la epifanía. Imagina las siluetas de tres hombres sobre camellos, regiamente ataviados mirando a través de suaves dunas hacia un pequeño establo solitario en la distancia. La noche es oscura pero una brillante estrella parece flotar sobre él iluminándolo con un potente haz mientras en su interior brilla suavemente una luz.
Así es como la mayoría de nosotros imaginamos la Estrella de la Navidad, pero la única referencia del Nuevo Testamento la describe como señal y guía durante el breve trayecto de apenas unas horas entre Jerusalén y Belén, al suroeste:
La estrella de Oriente